Existen en castellano tres palabras viaje, de diferente significado y etimología. La primera procede del catalán viatge (acción de viajar), derivada del latín viaticum (provisiones o dinero para el viaje). Es voz relativamente reciente en nuestra lengua, puesto que no figuraba aún en Nebrija (1495) y ganó su espacio después de haber competido con 'jornada', más frecuente en los primeros textos en español.
Otro significado que la Academia recoge es:
agua que por acueductos o cañerías se conduce desde un manantial o depósito, para el consumo de una población.
Los romanos llevaron a todos los rincones del Imperio la tecnología de los acueductos, desarrollada inicialmente en Roma, que más tarde les permitió irrigar áreas secas en diversas regiones. En España se destacó el de Segovia, ―construido bajo el gobierno de Claudio I, a mediados del siglo I d. de C.― cuyos arcos monumentales sostenían el camino del agua sorteando desniveles de hasta 30 metros para llevar el agua a las zonas más elevadas de la ciudad.
Otros acueductos menos conocidos eran subterráneos, es decir que transportaban el agua por debajo de la tierra. Eran los 'caminos del agua' o, para los romanos, via aquae, expresión que los mozárabes adaptaron a su lengua pronunciando viaje. Cuando esta palabra madrileña llegó a la lengua española, significó 'el camino subterráneo del agua'.
Existe una tercera palabra viaje, que la Academia define así:
1. Corte sesgado que se da a algo, como a las piezas de madera, a los palos de las velas, etc. || 2. acometida inesperada, y por lo común a traición, con arma blanca y corta. Tirar un viaje.// [...]
Es un vocablo surgido inicialmente en la arquitectura, proveniente del catalán o del occitano biaix (sesgo), que llegó al portugués como viés, del mismo significado y más tarde, probablemente desde Brasil, ingresó a la Argentina como 'bies', término de costureras, que lo aplican a las tiras de tejido cortadas en forma oblicua, como adorno o terminación.
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