Este adjetivo calificativo se aplica a todo aquello que presenta características de ‘maravilloso’, ‘fantástico’, ‘extraordinario’, ‘excesivo’ o ‘increíble’, como suele ocurrir con las aventuras y los hechos narrados en las fábulas. La palabra fabulosus ya existía en latín para calificar algo que era ‘objeto de muchas fábulas’, pero debemos tener en cuenta que, para los romanos, fabula significaba ‘habladuría’, ‘rumor’, ‘conversación de la gente’, como en la frase Per urbem fabula quanta fui! (¡Lo que he dado de hablar en la ciudad!). En latín, fabulari significaba ‘hablar’, ‘conversar’, derivado de fari ‘hablar’, con origen en el indoeuropeo pha- ‘hablar’. Fabulari llegó al español como fablar y, más tarde, mediante el cambio de la f por h, se convirtió en nuestro actual hablar. Pves que auemos y hablado delos dados lo mas complidamientre que pudiemos; queremos agora aqui fablar delas tablas. que como quier que ayan mester dados con que se iueguen que muestran uentura por que ellas se an de iogar cuerdamientre. (Alfonso X el Sabio: Libro de ajedrez, dados y tablas). Sin embargo, el sentido de ‘relato ficticio con intención didáctica’ que damos a fábula en el español actual, también se vincula con el latín, puesto que en esta lengua, además de ‘habladuría’, fábula significaba ‘leyenda, mito o narración poética’. Corominas, no obstante, afirma que fábula es un duplicado culto de habla, registrado en español del siglo XV, igual que fabuloso.
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