Proviene del latín perplexus, formado con el prefijo reforzativo per- y el participio pasivo del verbo plectere, que significaba ‘tejer’, ‘enredar’, ‘dar muchas vueltas’, ‘torcer’. Llegó a nuestra lengua a través del francés antiguo perplex. Se ha dicho que este término es una alusión metafórica al hecho de que la perplejidad es una especie de nudo intelectual, como el enredo sugerido por plectere. Perplejo aparece registrado por primera vez con su forma actual en el diccionario de Terreros (1780), que define su significado como ‘dudoso, indeterminado’, pero se usaba ya desde el siglo XIII bajo la grafía antigua: perplexo, como en este trecho de la Gran conquista de ultramar: E porende estaua muy perplexo que no sabia a qual destas cosas se acoger.
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