El verbo ser, o mejor, la forma de infinitivo de este verbo, tiene una historia curiosa, por ser fruto de la confluencia morfofonológica y semántica de dos verbos.
En el latín clásico existía el verbo esse 'ser', que en el bajo latín hispánico formó ĕssĕre, con el mismo significado. En los romances hispánicos, ĕssĕre cambió primero a essére , luego perdió la e inicial y apocopó la e final, convirtiéndose en ser.
Sin embargo, en el latín clásico existía otro verbo, sēdēre, que significaba 'estar sentado', pero que, poco a poco, fue adquiriendo el significado de 'permanecer en un lugar', y finalmente, 'estar, ser'. En este proceso, sēdēre perdió la linguodental /d/ y se redujo seyer y luego a seer, hasta llegar a ser.
Fuente: Diccionario crítico etimológico castellano hispánico, Joan Corominas (1980).
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