Linchar es el acto de hacer justicia por la propia mano, ejecutando a un supuesto delincuente, sin forma de proceso ni sentencia legal, generalmente, a manos de una turba. La práctica de esos actos brutales, que con frecuencia llevan al asesinato de inocentes, floreció en los Estados Unidos durante los años que siguieron a su independencia, cuando la justicia británica se retiró y la nueva justicia demoró en consolidarse en muchos lugares, en los que el desorden imperó durante largo tiempo. La palabra proviene del nombre del plantador virginiano William Lynch, quien durante la revolución independentista había luchado con el grado de capitán y formado un grupo irregular para castigar a los monárquicos, pero que, una vez constituida la nueva nación, se dedicó a reprimir a presuntos delincuentes. Algunos autores mencionan una supuesta ley de Lynch que nunca existió como tal; en realidad, dieron ese nombre a un documento suscrito por Lynch y sus vecinos del condado de Pittsylvannia en el que se decía: «Considerando el intolerable número de pérdidas que hemos sufrido a manos de hombres sin ley que hasta ahora han escapado de la justicia, hemos decidido infligir a los sospechosos que no desistan de sus prácticas perversas, los castigos corporales que juzguemos proporcionales a los delitos perpetrados». Esta práctica se siguió aplicando, principalmente por parte de racistas blancos, mucho después de que la justicia estadounidense estuviera plenamente consolidada, al punto de que entre 1882 y 1951 fueron asesinadas por linchamiento en los Estados Unidos 4730 personas, el 73% de las cuales eran ciudadanos negros.
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