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Complacerse o deleitarse detenidamente en alguien en algo que le gusta. Por extensión, se usa también en referencia al acto de disfrutar con maldad de algún mal que sufre otra persona, aquello que los alemanes llaman Schadenfreude.
Para el Diccionario de la lengua española (DLE), sería de un derivado del verbo latino gaudēre ‘alegrarse’, con el prefijo intensificador re-. Se trata del mismo origen latino que le atribuye el Vocabolario etimologico della Lingua Italiana de Francesco Bonomi (2004-2008) a la palabra italiana godere ‘sentir intensa alegría, estar plenamente feliz’.
Sin embargo, Corominas (1980) pasa por alto esta etimología y recuerda que, con la invasión de los visigodos a la península ibérica en el siglo IV, la población hispanorromana se vio sojuzgada, y los conquistadores germánicos asumieron posiciones de poder y riqueza.
En muchos lugares de España, los descendientes de los godos fueron los ciudadanos más ricos y poderosos durante varios siglos. En el Quijote, Cervantes utiliza regodearse con el sentido de ‘vivir como un rico, divirtiéndose y sin trabajar’, puesto que, en esa época, unos mil años después de las invasiones, godo aún significaba ‘persona rica o poderosa’.
Basta, que podría ser que saliesen algún día en la colada las manchas que se hicieron en la venta, y todo el mundo calle y viva bien y hable mejor, y caminemos, que ya es mucho regodeo este (Quijote, cap. XXII).
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