Desde que Hipócrates (460-377 a. C.) y Galeno (129-199) definieron los cuatro humores o líquidos corporales, determinantes, según ellos, del carácter y temperamento humano, esa hipótesis fue usada como base por la medicina occidental hasta la Edad Media.
Los humores en que se basaba esta creencia eran: sangre (en latín, sanguis, -inis), flema (en griego y en latín, phlegma), bilis amarilla (en griego, kholé) y bilis negra (en griego, melan kholé, y en latín, atra bilis). Ver melancolía.
El temperamento sanguíneo es el del sujeto que reacciona en forma rápida y enérgica, cuyo humor dominante es la sangre; el flemático es el tranquilo, que responde en forma lenta, su humor esencial son las flemas y otras secreciones mucosas; el colérico es el individuo definido por el predominio de la bilis amarilla o kholé, y el melancólico es aquel en el que la bilis negra es el humor fundamental, dado a la tristeza y a la meditación.
Vemos, pues, cómo de estos cuatro humores surgieron cuatro palabras que hasta hoy definen en nuestra lengua temperamentos o estados de ánimo: sanguíneo, flemático, colérico y melancólico.
Una quinta palabra, surgida de la idea de bilis negra, es atrabiliario, que nació del nombre en latín de ese humor, la atra bilis. Atrabiliario, por su etimología, debería ser un sinónimo de melancólico, pero por alguna razón, su sentido evolucionó para definir a un 'sujeto destemplado y violento'.
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