Este vocablo llegó a nuestra lengua procedente del francés retraite 'retirada', proveniente, a su vez, del latín retractus, que era el participio pasivo del verbo retrahere 'hacer retirar'. Este verbo se derivaba de trahere 'traer'.
En la primera edición del Diccionario de la Real Academia (1737), apareció retreta con el significado de 'toque de retirada de los militares', que suena tanto para abandonar el combate –que huir no es cobardía– como para indicar por la noche a los soldados que se recojan al cuartel.
Más antigua que esta palabra es su pariente retrete, que aparece atestiguado en nuestra lengua en 1438. Según Corominas, también se originó en el latín retractus, pero nos llegó desde el catalán retret, que significó inicialmente en esa lengua 'retraído' y, más tarde, 'cuarto pequeño e íntimo'.
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