La literatura nos presenta numerosos ejemplos de secretos que permanecen escondidos durantes décadas en misteriosos cofres cerrados, cuyas llaves están al alcance de muy pocas personas. Esta noción estaba muy extendida ya en tiempos del Imperio romano, cuando la idea de secreto se vinculaba con la de ‘arca o cofre’, lo que dio lugar al surgimiento del sustantivo arcanus, -a, -um, que llegaría a nuestra lengua como arcano, sinónimo de ‘secreto’ u ‘oculto’. Tito Livio decía arcana concilia (designios ocultos) y Virgilio, arcana fata (misteriosos destinos). Un ejemplo del uso de arcano en español nos lo da Francisco Javier Clavijero, en su Historia antigua de México (1732):
Las que se hacían para adorno de los palacios eran perfectas; pero en otras, que contenían un sentido arcano, se veían ciertos caracteres y algunas figuras monstruosas y horribles.
El vocablo fue recogido por el Diccionario de la Academia Española desde su primera edición (1726).
|