Por referirse a nosotros mismos, el vocablo hombre posee diversos matices semánticos y es fuente de una numerosa familia de palabras. La Real Academia define hombre como “Ser animado racional, varón o mujer”, definición que debería aliviar el encono de algunas feministas contra el predominio masculino en nuestra lengua. Así, cuando decimos el hombre medieval, debe entenderse que nos referimos a los hombres y mujeres de la Edad Media. La palabra proviene del latín homo, hominis, que también significaba ‘individuo de la especie humana, hombre o mujer’, pero podía denotar soldado o esclavo; así, homo Salusti era ‘esclavo de Salustio’. Aparece en español por primera vez hacia el año 960, en las Glosas Emilianenses (anotaciones hechas por monjes medievales en las márgenes de textos en latín), pero bajo las formas uemne y uamne. En los poemas de Berceo, en el siglo XIII, el autor oscila entre omne, ombre y ome. Hombre, tal como la usamos hoy, sólo aparece en nuestra lengua en 1535, con Juan de Valdés. Homenaje es un derivado del francés hommage, que proviene del provenzal omenatge, formado a partir de ome en el sentido de ‘soldado’, ‘vasallo’. En el siglo XV, aparece homicidio, formada con la terminación latina cædere ‘matar’, y en 1527, se registra superhombre, palabra tomada del alemán übermensch, que permanecería olvidada hasta que Nietzsche la retomó tres siglos y medio más tarde. En los últimos años, surgió homofobia, palabra proveniente del inglés homophobia, registrada en el Diccionario de la Real Academia como “aversión obsesiva a las personas homosexuales”. No está demás puntualizar que este término no está vinculado al latín homo ‘hombre’, sino al prefijo griego homós- ‘igual’, y entendemos que está mal formado, puesto que, en rigor, debería significar ‘aversión a lo igual’.
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