Por Antonio Regalado on November 23, 2015.
Los alumnos del criadero de
insectos de Anthony James ubicado en el sótano de la Universidad
de California–Irvine (EE.UU) supieron que habían roto las
leyes de la evolución cuando miraron a los mosquitos a los ojos.
Por derecho, solo la mitad de los insectos nacidos de padres con ojos
de color rojo fluorescente y madres con ojos normales, deberían
haber salido con ojos rojos. Pero al contarlos, primero unos pocos y
luego cientos de ellos, encontraron que el 99% tenían ojos
incandescentes.
Más importante que el color de ojos es que los mosquitos de
James llevan genes que impiden crecer al parásito de la malaria.
Si estos insectos se llegasen a liberar, su "egoísta" carga
genética se extendería inexorablemente por las
poblaciones de mosquitos y potencialmente detendría la
transmisión de la malaria.
La tecnología, llamada gene drive, fue construida utilizando una
tecnología de edición genética conocida como
CRISPR (ver Editas Medicine anuncia que probará CRISPR en
humanos para tratar un tipo de ceguera) y de ella informan James, un
especialista en la biología de los mosquitos, y media docena de
compañeros en la revista Proceedings of the National Academy of
Sciences.
Las organizaciones de salud pública llevan más de una
década a la espera de un gene drive funcional como un
método novedoso y revolucionario de combatir la malaria. Sin
embargo, ahora que es una realidad, el trabajo suscita preguntas acerca
de si la tecnología es lo suficientemente segura para ser
liberada algún día al medio natural.
"Esto es un importante avance porque demuestra que los gene drives
probablemente resultarán efectivos en mosquitos", afirma Kevin
Esvelt, un investigador de gene drives del Instituto Wyss de la
Universidad de Harvard (EEUU). "La tecnología ya no representa
una limitación".
A partir del verano pasado, Esvelt y otros científicos empezaron
a advertir de que los gene drives estaban a punto de dar el salto desde
el plano teórico hasta la realidad (verCientíficos
alertan sobre los riesgos de las nuevas técnicas de
manipulación genética) y de que necesitaban más
atención por parte de los reguladores y del público
general. La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos está
estudiando la ciencia y la ética de la tecnología, y
tiene planes de publicar unas recomendaciones el año que viene
sobre la "conducta responsable" para científicos y empresas.
Los gene drives son solo el ejemplo más reciente de la
fantástica potencia de la edición CRISPR para alterar el
ADN de los seres vivos, que ya ha desencadenado el debate acerca de la
posibilidad de que la edición genética se utilice para
generar bebés humanos de diseño (ver Los bebés
genéticamente perfectos serán posibles pero,
¿también legales?). Pero Henry Greely, un profesor de
derecho y especialista en bioética de la Universidad de Stanford
(EEUU), dice que las aplicaciones medioambientales son más
preocupantes que un puñado de personas modificadas. "La
posibilidad de rehacer la biosfera es enormemente significante, y
está mucho más cerca de realizarse", asegura.
La malaria se presenta cuando una picadura de mosquito transmite el
Plasmodium, un parásito unicelular. Se puede tratar, pero aun
así cada año unas 670.000 personas mueren a causa de
ella, la mayoría son niños pequeños del
África subsahariana.
James dice que sus mosquitos son la culminación de
décadas del trabajo obscuro y poco difundido de un par de
especialistas en insectos en la construcción de una
solución genética para la malaria. Se ha hecho posible
por fin este año cuando unos científicos del laboratorio
de Ethan Bier, un biólogo de moscas de la Universidad de
California–San Diego (EEUU) y el coautor del trabajo, utilizaron
CRISPR para perfeccionar un "motor" molecular capaz de permitir que los
genes antimalaria se extendiesen.
Los mosquitos tienen dos adiciones genéticas importantes. Una
consiste en unos genes que producen anticuerpos siempre que un mosquito
hembra se alimente de sangre. Esos anticuerpos se adhieren a la
superficie del parásito y frenan su desarrollo en seco.
Peronormalmente un mosquito modificado solo traspasaría los
genes a exactamente la mitad de su descendencia, puesto que existe una
probabilidad del 50% de que cualquier trozo de ADN proceda de su
pareja. Y puesto que los nuevos genes probablemente no ayuden demasiado
al propio mosquito, rápidamente irían desapareciendo en
estado silvestre.
Aquí es donde entra CRISPR. En un gene drive, se añaden
componentes del sistema CRISPR de forma que cualquier gen editado
recibe también la carga genética. En el laboratorio de
James, prácticamente todos los mosquitos recibieron la
adición genética, un resultado que Esvelt califica de
"asombroso".
Lo que le preocupa a Esvelt es que, en su opinión, los
investigadores de California no han empleado unas medidas de seguridad
lo suficientemente estrictas. Dice que las puertas cerradas con llave y
las jaulas selladas no bastan.
Quiere que instalen una especie de "gene
drive inverso" para que los cambios puedan deshacerse en caso de ser
necesario. "Una fuga accidental sería un desastre con unas
consecuencias potencialmente devastadoras para la fe del público
en la ciencia y sobre todo en las intervenciones degene drive",
explica. "Ninguna intervención de gene drive debería ser
liberada sin el apoyo popular".
James dice que el experimento fue seguro porque los mosquitos viven
tras una serie de puertas de seguridad que se abren con tarjeta y
porque no son nativos de California. Si se escapara alguno, no
podría reproducirse.
De hecho, el propósito del gene drive es precisamente liberar el
producto final al medio natural, un concepto que, en teoría, ha
sido aceptado hace mucho tiempo por organizaciones de salud
pública, incluida la Fundación Gates. Ahora que se han
demostrado posibles, unos titulares alarmantes han comparado esta
tecnología con "la próxima arma de destrucción
masiva" y hasta han evocado el espectro del terrorismo de insectos,
como los mosquitos que matan a gente mediante una toxina.
El terrorismo impulsado por modificación genética (gene
drive) probablemente sea una necedad, al menos por ahora, porque
incluso si fuesen posibles unas armas-insecto, resulta improbable que
una organización terrorista invierta millones en un programa
avanzado de ingeniería genética. "He pensado mucho en las
cosas malas que se podrían hacer [con esta tecnología], y
no hemos dado con nada que vaya a triunfar", dice Bier. "Hay tantas
cosas malas que se pueden hacer que resultan más fáciles".
Por el contrario, Bier y James afirman estar convencidos de que los
mosquitos modificados deberían ser liberados lo antes posible,
algo que esperan hacer si consiguen encontrar una comunidad afectada
por la malaria que lo consienta. "Imagínate que
pudiéramos diseñar un mosquito que curara
mágicamente el cáncer", sugiere Bier. "Pues el miedo de
contraer malaria es el mismo miedo que tenemos de padecer un
cáncer. En mi opinión, los beneficios superan los riesgos
y deberíamos avanzar de la forma más agresiva posible".